Estar
conectado a distancia y en cualquier momento es el gran avance de
la tecnología actual. Y si no queremos ser sapo de otro pozo,
tenemos que estarlo.
Los
celulares de última tecnología poseen acceso a Internet, poseen
cámaras, actúan como sistemas de posicionamiento, se los puede
personalizar y podemos asegurar sin temor a equivocarnos, que
habrá muchos más avances que nos van a sorprender.
En
un tiempo no muy lejano teníamos un éter en que las únicas
vibraciones que los atravesaban eran las de la naturaleza, con la
llegada del conocimiento científico, llegó la posibilidad de
transmitir información inalámbricamente; y hoy tenemos un éter
saturado de un campo electromágnetico sin igual, que invade todos
nuestros átomos sin permiso.
De
esto me surgen una gran cantidad de interrogantes. Por ejemplo,
¿por qué el hombre crea tamaña y compleja estructura
comunicacional?, ¿será la gran necesidad de no sentirse solo?.
¿Qué es lo que quería, estar más cerca de otro ser humano’.
Pero
si es así estamos descubriendo, que ese sentimiento de vacio y
soledad no se soluciona por estar conectado a un celular o en
Internet.
Entonces
nos encontramos con la paradoja de vivir en un mundo
hiperconectado y desconectados de la necesidad de ser escuchados
verdaderamente –ver por ejemplo la cantidad de suicidios en el
llamado Primer Mundo-.
No
puedo decir si estamos lejos de solucionar la paradoja, pero sí
estamos transitando caminos que como nunca antes nos pueden dar,
si los observamos, la conciencia de saber y analizar qué podemos
cambiar para estar conectados fraternalmente.
Miguel
A. Curiale