EXPERIENCIAS: Mauricio Bernardo Bianchi

     AÑO XII - NUMERO 125 - MARZO DE 2004    


Desde hace más de dos años este grupo de amantes de la "vida en la naturaleza", denominado ANDINAUTAS, fundado por el firmante de esta nota, progresa en nuevas experiencias enriquecedoras en un marco de camaradería y amistad. Planificado durante mucho tiempo finalmente 10 de ellos realizaron la HIELONAUTA 2004 "Primera Expedición Andinauta a los Hielos Continentales". Fue exitosa y vecinos nuestros participaron de ella, así fue que hubo...

TIGRENSES EN LOS HIELOS CONTINENTALES


Cuando en octubre de 2001 envié un correo electrónico a decenas de direcciones desconocidas buscando gente con pasión por la "Vida en la Naturaleza", no imaginé el suceso de esa acción. Se terminó finalmente creando un grupo con características tan particulares que lo hacen, sin dudas, único en nuestro país. Los ANDINAUTAS son un centenar de personas, diseminadas en diferentes puntos de nuestro territorio que, contactadas básicamente por internet (a través de un foro en yahoo y una página www.andinautas.com.ar) intercambian experiencias, comparten fotografías, información, etc. y, sobre todo, salidas y expediciones con verdadero sentido "cooperativo", en un marco en el cual quien tiene conocimientos de determinada actividad los comparte desinteresadamente, con camaradería y, en algunos casos, amistad. Un grupo de hombres y mujeres con edades van desde los 19 hasta los 63.

Con este espíritu se planificó la HIELONAUTA 2004 "Primera Expedición Andinauta a los Hielos Continentales" que se llevó a cabo durante este mes de marzo. El primer gran resultado fue el económico, el gasto por persona rondó finalmente un 20% de lo que cuesta contratar una de las varias ofertas comerciales.

 

¿Campos o Continentales?

Esta región es denominada, en nuestro país como "Hielos Continentales" y en Chile como "Campos de Hielo". Según dicen los entendidos es correcta la denominación chilena para diferenciarlo de los hielos de la Antártida. Luego de haber recorrido apenas un pequeño sector de ellos debo decir que el nombre "Campos de Hielo" me parece realmente adecuado.

La zona cobró notoriedad hace unos años cuando, el gobierno de Menem, pretendió realizar un tratado sobre el establecimiento del límite con Chile en esta zona no respetando los acuerdos históricos, regalando territorio a Chile. Por suerte la oposición fue tan clara en nuestro país que la cuestión quedó a resolver de la única forma que corresponde: no había allí "cuestión de límites" sino "cuestión de demarcacón".

Excluyendo los dos polos y Groelandia, esta zona es la de mayor superficie cubierta de glaciares del mundo y, hasta comienzos del 1900 no se conocía su existencia. Recién en los primeros años del siglo pasado comenzaron a aparecer expedicionarios, científicos y aventureros que se internaban en estos verdaderos campos de hielo.

Su importancia está dada en que es uno de los mayores reservorios del mundo de agua dulce. De los Campos de Hielo se desprenden hacia nuestro territorio, entre otros, los glaciares Marconi, Viedma, Upsala, Speghazzini y el famosísimo Perito Moreno.

Fuimos a esta región tan poco transitada y aún verdaderamente salvaje.

 

Los Hielonautas

Hacia Calafate (Santa Cruz) fueron partiendo los ANDINAUTAS participantes de esta expedición. La mayor parte llegó el viernes 27 de febrero: Gabriel Cabrera (de Mendoza), Rosa María y Florencia Torlaschi (de Moreno, Bs. As.), María Cristina Barres y Pablo Saad (de San Martín de los Andes, Neuquén), Alfredo Gambier y Daniel Gollan (de Capital Federal). Al día siguiente llegamos Diego Barbella (de Mercedes, Bs. As.), Juan Pablo Orlandi (de El Talar, Bs. As.) y Mauricio Bernardo Bianchi (de Gral. Pacheco, Bs. As.). Con Gabriel también viajó su esposa Leticia y su hermosa hijita Juliana.

Durante el viaje de ida ya comenzó a ocurrir algo muy habitual cuando uno viaja al sur, conocer gente que uno vuelve a cruzarse en distintos sitios. Así nos ocurrió a la ida con Lara, Marina y Eugenia y Chiara, una simpática italiana de Milano.

En Calafate estaban trabajando durante la temporada otros dos ANDINAUTAS: Martín Cisternas y Fabián Defazio, quienes nos sirvieron de apoyo logístico en la previa al viaje.

 

Hacia el Chaltén

Habíamos contratado una camioneta para que nos traslade ya que, al ser 10 personas con mucho equipo, preferíamos tener nuestro transporte propio y no depender de los horarios fijos, e incluso nos resultaba más barato. Además nuestra intención era que el mismo domingo nos llevarán hasta Chaltén (a 217 km. en no menos de 5 hs. de marcha) para allí dejar un excedente de equipo (algunos luego de los hielos harían otros paseos) y continuar hasta el km. 17 del camino a Lago del Desierto.

Debemos decir que Mario, el chofer, casi se infarta cuando vio la cantidad de petates que llevábamos. Basta con contar que, una semana antes de viajar, desde Buenos Aires habíamos despachado en encomienda 210 kilos de equipaje para no tener problemas con el peso en el avión (comida y equipo técnico).

El tiempo no fue bueno y durante el viaje llovió, en algunos momentos torrencialmente. Eso nos cambió los planes y finalmente nos quedamos ese día en Chaltén. Allí paseamos un poco, reacomodamos las cosas y aprovechamos para averiguar detalles de la zona. Aquí confirmamos que no era necesario que llevemos ni esquíes ni raquetas para la nieve ya que ésta sería escasa.

Nos vino bien este día porque adquirimos un mapa que es una edición preliminar (de Zaguier y Urruty) con datos de lo que haríamos y fuimos a Gendarmería Nacional para hacer el trámite de salida del país ya que, durante la travesía, cruzaríamos algunos kilómetros por territorio chileno. Respecto de esto cabe aclarar que, a pesar de organizar este viaje durante varios meses, buscar información por todos lados (internet, Parques Nacionales en Bs. As., en Calafate y en Chaltén, casa de la Provincia de Santa Cruz, etc.) nadie... aboslutamente nadie (ni siquiera el chofer Mario) nos dijeron que había que hacer el trámite en Gendarmería. Nos enteramos por leerlo en el mencionado mapa. Algo falla en los informantes.

Chaltén es un pequeño pueblo con apenas un centenar de habitantes estables que fue fundado en 1985. Es un lugar que vive del turismo, los caminantes y los escaladores.

 

Por fin... en marcha

Finalmente el lunes 1 de marzo decidimos que, aunque lloviera... partiríamos. A las 7 hs. llegó la camioneta pero no pudimos irnos hasta pasadas las 8 hs. pues recién a esa hora el Jefe de Gendarmería firmó nuestras autorizaciones de migraciones. Mario antes se había molestado por la excesiva carga que llevábamos ahora se molestaba por la demora que, era responsabilidad de la carente información.

A las 9 hs. de la mañana, con un cielo sumamente nublado y pronóstico de mal tiempo comenzamos la caminata que, al final de la misma, sería de unos 100 km.

Cuando salíamos del albergue alguien juntó "todos los bastones", incluso un par que no era nuestro. De esto nos dimos cuenta cuando comenzamos a ponernos las mochilas (foto).

En el puente del Río Eléctrico comenzamos a caminar hacia el lugar conocido como "Piedra del Fraile". Mientras avanzábamos por el bosque aparecieron caminando junto a nosotros Lara, Marina y Eugenia que iban a acampar allí. Además nos cruzamos con unos canadienses que se llevaron para devolver los bastones.

Luego de unas dos horas de caminata llegamos al lugar, hoy llamado Refugio Los Troncos, que esta fuera del Parque Nacional y es, por lo tanto, terreno privado, por ello si vas allí y acampás se paga $ 5 por día y si simplemente "se pasa por allí" se paga... $ 5, o sea "un peaje en la montaña".

Aprovechamos este lugar para hacer un descanso y almorzar debidamente ya que nos quedaban como 4 hs. de caminata. Mientras algunos charlábamos con las chicas, Daniel se dedicó a dar "clases de yoga". Era muy cómico ver a algunos "expedicionarios" en posiciones extrañas. Además allí nos sacamos una foto "de conjunto" (foto).

 

¡Qué frío el Pollone!

Luego del almuerzo continuamos hasta que nos encontramos con el río Pollone que, sabíamos, teníamos que vadear, o sea... ¡mojarnos las patitas!.

Cada uno optó por su método: "a pata pelada", con zapatillas viejas traídas para esto, Alfredo con zapatillitas de náutica (y... el hombre tiene años de navegación) y yo con unas sandalias de esas con abrojos.

Muchas veces he vadeado arroyos o ríos, incluso descendiendo de glaciares y hasta en invierno pero también debo decir que nunca había metido mis pies en un agua tan fría como la del Pollone. Hubo que cruzar tres brazos en los que se abría al desembocar en el lago Eléctrico y, si bien por suerte daba sólo hasta debajo de las rodillas, era increíble la sensación como si cientos de agujas se clavaran en las piernas. Todos coincidimos que verdaderamente "daban ganas de llorar" pero mi yo puteaba como pocas veces.

 

La Playita

Luego de cruzar el gélido río debimos transitar una ladera con rocas sueltas que nos depositó en una especie de península rocosa sobre el lago.

Al pasar esta península divisamos "La Playita" que es el lugar tradicional de campamento de 1ra. noche para quienes van a los Hielos Continentales.

Este lugar esta protegido del viento del oeste por una enorme masa rocosa (foto), de un par de kilómetros de largo, que el antiguo paso del glaciar no pudo destruir pero en el cual se ve claramente su antigua presencia. Es una excelente clase de geografía y geología.

La Playita es muy amplia y plana, esta constituída por un suelo de piedras de pequeño tamaño y algunas tan trituradas que parecen arena. Allí llega un río que proviene de tres cascadas increíbles que caen, dos desde el norte y una desde el oeste a un mismo lugar donde se encajona. La cascada del oeste proviene de otro lago menor que es la clásica "laguna frontal" de los glaciares. En este caso la del Glaciar Marconi (foto).

En este espacio instalamos nuestras cuatro carpas con la siguiente distribución: las "chichis" (Rosemary, Floren y Cris) en una, Pablo y Diego en otra, Juan Pablo y Alfredo en una tercera y la cuarta la ocupábamos con Gabriel y Daniel.

El lugar era lindo, el tiempo... feo... y eso provocó, contra nuestra voluntad, que debamos permanecer allí... ¡4 noches!... cuando originalmente teníamos proyectada sólo una.

Habíamos ido a los hielos calculando hacer la vuelta en 7 noches y con un margen extra, por mal tiempo, de 5 noches y no empezamos muy bien... nos consumimos 3 en La Playita.

La primera noche casi perdemos una carpa ya que, cuando Daniel estaba cocinando con el calentador MSR, éste comenzó a perder y se produjo una llamarada que no podíamos apagar con agua. El calentador voló del abside de la carpa (aunque ésta sufrió un agujerito) y no se apagó hasta que fue enterrado bajo la arena. En conclusión... nos quedamos, en el primer intento de cena, sin un calentador inaugurando una larga serie de problemas con éstos durante el viaje.

Esa noche nos dormimos como a las 23 hs. y el amanecer del día siguiente se prolongó ya que llovió durante toda la noche y no paró hasta eso de las 14 hs.

 

El porteo al Marconi

A las 15,30 hs. finalmente nos organizamos y partimos para hacer un porteo sobre el glaciar Marconi. Juntamos algo de equipo y mucha comida para llevarla al glaciar y dejarla allí, de esta forma evitar, cuando finalmente avancemos, tener que ir tan cargados.

Superamos el sector rocoso que detallé antes y llegamos hasta la laguna frontal del glaciar. Allí comenzamos a transitar la ladera de la costa sur de esa laguna que era una pared sumamente descompuesta e inestable, llena de rocas sueltas de tamaños hasta gigantescos. Realmente daba miedo andar por este pedrero terrible que, en el mapa, figura como "pared peligrosa".

Anduvimos por ese terreno, muy complicado, hasta que un gran sector de hielo no nos dejó avanzar. Allí decidimos "bajar hasta la laguna" y nos encontramos que aquí era más fácil.

Luego de un buen trecho llegamos a estar al lado del glaciar y en cierto sector nos subimos al glaciar para encontrar un bloque errático (grandes rocas transportadas por el glaciar) en el cual dejamos en bolsas nuestra carga y los dos trineos.

Al volver ocurrió el suceso más peligroso de toda la travesía. Cuando bajamos del glaciar nuevamente a la pared peligrosa estábamos avanzando en fila india y al pasar entre unos grandes bloques de roca (uno del tamaño de un Fiat 600) dos de ellas se desplazaron dos o tres metros ladera abajo, justo por donde estaba pasando Alfredo. Estas rocas, bien redondeadas, eran de más de 1 metro de diámetro y rodaron sobre el cuerpo de nuestro amigo que atinó a hacer lo único que pudo... se sentó sobre una de ellas acompañando su movimiento y cuando ésta se detuvo, contra otra roca, atinó justo a levantar su pierna izquierda que, sino lo hubiera hecho, hubiera quedado aplastada entre las dos moles. "Cuando se movieron las rocas sentí olor a pólvora...", contaba luego. El roce entre las rocas produce chispas.

 

Días de ocio en el Eléctrico

El 3 de marzo nos levantamos tarde ya que llovió toda la noche. El barómetro indicaba que la presión bajaba y eso anunciaba mal tiempo. Gabriel había llevado su teléfono satelital y habló con Leticia (su esposa) para pedir el pronóstico. Un frente de 200 km. de nubes desde el Pacífico con una perspectiva de ¡¡15 días de mal tiempo!!. La cosa comenzaba a preocuparnos. Llovió copiosamente todo el día. Juegos de cartas y charlas en las carpas fue el entretenimiento.

Esa noche no llovió pero a media mañana comenzó a llover con intermitencias. Este día lo utilizamos para recorrer el sector rocoso y fue ahí que descubrimos la belleza del lugar que, sino fuera por el mal tiempo, nos habríamos pasado de largo.

La lluvia en La Playita se transformaba en nevada en los picos de los alrededores lo cual nos hacía imaginar el temporal en los Campos de Hielo.

Desde este campamento tuvimos, cuando a las nubes se les antojó, unas visiones increíbles de las montañas Guillamet, Mermoz y Fitz Roy.

Este día realizamos algo que quedará en la historia de nosotros, en ese hermoso lugar tuvo lugar la primera reunión oficial de la Comisión Directiva de la recientemente creada Asociación Civil ANDINAUTAS. Nada mejor que charlar sobre proyectos de los temas que nos unen en el contexto de un lugar como ese, en un campamento a las orillas de un lago, en plena cordillera.

Toda esa noche... llovió nuevamente y La Playita comenzaba a "hacer agua", el río había crecido y el terreno ya no absorvía más.

 

Decididos a partir

El viernes 5 de marzo paró de llover, ni lo pensamos más y decidimos salir (de cualquier forma teníamos que ir hasta el porteo porque ya se nos habían agotado las provisiones). Alrededor de las 12 hs. finalmente, cruzamos el sector rocoso, luego la pared peligrosa, subimos al glaciar y llegamos al bloque errático del porteo.

Luego de cargar las cosas continuamos glaciar arriba hasta que se terminó el escombro sobre el mismo. En este punto nos colocamos los grampones (que se agregan a la suela de las botas y son de metal con puntas para clavarse en el hielo). Seguimos avanzando, aún sin encordarnos porque las grietas se veían claramente (foto).

Desde La Playita hasta el Paso Marconi hay nada menos que 1000 mts. de desnivel y estimábamos unas 7 a 9 hs. de caminata. Como habíamos partido recién al mediodía sabíamos que estábamos muy justos con las horas de luz (oscurecía a las 20,30 hs.).

En esta parte del glaciar Marconi habíamos ascendido unos 350 mts. de ese desnivel y comenzó a nevizcar.

En el mapa vimos que se señalaba este sector como propicio para acampar. Allí lo denominaban como Campamento Serac porque hacia el oeste hay una impresionante pared que posee sobre ella un glaciar colgante (foto) del cual permanentemente caían espectaculares avalanchas que no nos cansábamos de mirar. Es increíble que, aunque caían a unos cientos de metros de donde estábamos, no temíamos de ellas.

 

Un triste descubrimiento

"Allá... allá hay una carpa....", gritaron entre Daniel y las chicas que venían cerrando el grupo cuando habíamos comenzado a descender hacia el sector noreste del glaciar, buscando el pie de una gran pared para acampar.

Algunos de nosotros estábamos más adelante y buscábamos donde poder poner 4 carpas cosa que, entre el caos de hielo y rocas que era ese terreno fue imposible.

Al escuchar ese grito nos dirijimos hacia detrás de un gran bloque donde se veía una carpa amarilla pequeña. Inmediatamente nos llamó la atención ver que tenía su sobretecho tirado a un costado. Comenzamos a pensar lo peor. Cuando Gabriel la abrió el cuadro fue horrible. Un hombre barbudo, recostado boca arriba, congelado, con sus brazos y piernas ligeramente abiertas y un escenario absolutamente lleno de sangre. Lo primero que pensamos fue que seguramente era un montañista que andaba solo, se cayó o golpeó y pudo llegar a meterse en su carpa donde finalmente falleció desangrado.

Pero no... la realidad era más triste aún. Este hombre, Hans Willi Klaus Jakob, era un alemán de 70 años que vivía en Berna (Suiza) que había llegado hasta aquí para quitarse la vida. Efectivamente se suicidó cortándose las venas de ambas manos con una navaja suiza que estaba envuelta en un pañuelo.

Encontramos una nota escrita en inglés el 6 de enero (el día que cumplió 70) y corregida el 1 de marzo (el día que nosotros llegamos a La Playita). En ella expresaba que se había despedido de sus familiares y amigos, que no debía nada a nadie ni al Estado y que era libre. Pedía que lo dejen en estos hielos o ser enterrado en la Patagonia. Dejó dinero para gastos.

Según su pasaporte llegó el 4 de enero a Santiago de Chile y ese mismo día cruzó a Mendoza. Parecía que "anduvo buscando" su morada final y luego de casi 2 meses la encontró aquí.

Creemos que su intención era ir hasta los Campos de Hielo pero el mismo temporal que nos detuvo a nosotros en La Playita lo hizo con él en este lugar.

Entre Gabriel y Daniel "embalaron" el cuerpo con la propia carpa, bajándole los parantes, para evitar que pueda ser arrastrada por fuertes vientos y se le colocó su piqueta encima a modo de cruz. Se hizo esto porque no se sabía cuanto se tardaría en venir a buscarlo.

Gabriel se comunicó por el teléfono satelital con Parques Nacionales y le brindó la posición y datos de lo que habíamos encontrado. Si el mal tiempo no nos detenía aquí no hubiéramos visto la carpa y, seguramente hasta el año próximo no se hubiera conocido el destino de Jakob. Estamos estableciendo contacto con la familia más allá de que intervino el Juez Federal de Río Gallegos y el cuerpo fue rescatado unos días después por un helicóptero de Gendarmería.

 

Un incómodo campamento

Luego de estos sucesos y la conmoción que provocó retomamos la búsqueda de un sector de acampe y a unos 150 mts. glaciar debajo de donde estaba Jakob pudimos aplanar (foto), más moral que realmente, el terreno para instalar sólo tres carpas. Sobre el hielo, entre grandes rocas a los costados y pequeñas piedritas debajo de cada uno de nosotros que hacían que al dormir siempre uno se "pinchara" con alguna.

El campamento era incómodo y muy húmedo pero luego de unos buenos fideos de cena nos dormimos con un verdadero concierto natural toda la noche: caídas de seracs, acomodamiento de rocas que nos rodeaban (esto la verdad daba un poco de miedo recordando el suceso de Alfredo) y la lluvia y viento constantes.

 

El Marconi y la tormenta

El 6 de marzo amaneció... lloviendo. Nos levantamos tarde pero finalmente decidimos avanzar, este campamento no nos gustaba, el lugar no era cómodo y estaba expuesto a varios riesgos.

A todo esto, sabíamos que los chilenos habían instalado hace 2 años un refugio en un nunatak (afloramiento rocoso en los hielos) al pie del cerro Gorra Blanca. Originalmente habíamos planificado intentar ascender este cerro de casi 3000 mts. de altura y llegar a la zona de ese refugio, que estaba más al norte del Paso Marconi, era nuestro objetivo de este día.

A las 13,30 hs. (o sea bastante tarde) partimos. Teníamos por delante un ascenso con gran pendiente (algunos tramos de 45°) por el glaciar Marconi (foto), entre grandes grietas y, en la primera parte, con el riesgo de caída de seracs.

Íbamos en fila india, conservando una distancia de 15 mts. entre cada uno, por si había que tratar de correr para algún lado (aunque uno pensaba... ¿para dónde?... ¿adentro de una grieta?). Hay ocasiones en las cuales que no pase nada depende tan sólo de no estar en el lugar inadecuado en el momento menos preciso. Sólo de eso.

Mientras subíamos, con nuestras pesadas mochilas (creo que ninguna de menos de 25 kg.) mirábamos permanentemente a los seracs como para que, si se caía alguno, verlo con suficiente anticipación.

Cuando habíamos ya avanzado bastante en desnivel el terreno comenzó a "aplanarse" pero aquí se fue complicando el tema de las grietas pues en la parte superior del glaciar el tiempo era verdaderamente muy malo.

Eran como las 16 hs. y nos detuvimos para, por primera vez, encordarnos. En los glaciares se arman "cordadadas" para que cuando alguien caiga en una grieta sus compañeros de cuerda puedan sacarlo o rescatarlo.

Hicimos tres cordadas: las "chichis" eran una, Gabriel, Daniel y yo otra y el resto de los chicos formaban una de cuatro.

 

¡Tormenta en los hielos!

Además de encordarnos armamos los dos trineos. Esto se usa para "arrastrar" el peso en vez de llevarlo en la espalda. En los trineos colocamos el "equipo común" (carpas, comida, combustible, etc.). De esta forma todos llevan menos peso... en realidad todos no... los que nos tocó arrastrar algún trineo llevábamos la mochila y tirábamos del trineo... no era mucho negocio.

Las chicas decían que ellas no eran feministas y que, como eran mujeres, no tenían que arrastrar trineo y nosotros, muy caballeros o tal vez algo tontos, lo aceptamos y nunca ellas lo hicieron.

Avanzamos en medio de la tormenta, con ráfagas de viento y grietas tapadas por nieve que se desmoronaba bajo nuestro peso. Sin embargo tan sólo Gabriel metió su pierna izquierda en una grieta pequeña que, inmediatamente se tapó de nieve. Fue increíble pero entre Pablo y Rosemary, con piqueta y pala tardaron como 10 minutos en poder liberarlo.

En ese momento me asusté ya que, cuando lo ví en la grieta me tiré al piso y clavé mi piqueta (se hace para evitar que la caída de un compañero de cordada nos arrastre a todos) y, como estaba a más de 10 mts., no sabía que pasaba. El viento no me dejaba hablar ni a los gritos y su pierna atrapada era la izquierda, la pierna que casi perdió totalmente en un accidente de moto (los médicos aún no se explican no como va a la montaña sino... ¡cómo camina!).

Luego pasó Daniel al frente y, por suerte, se terminaron las grietas, en realidad tenían tanta nieve encima que aguantaban nuestro peso.

Divisamos el nunatak y el refugio y le dimos directo al mismo.

Parecía que estaba cerca pero en un terreno donde "todo es blanco" se pierden las dimensiones y tardamos una eternidad en llegar.

El viento nos castigaba y entre la precipitación y nuestra transpiración por el esfuerzo estábamos todos literalmente empapados con lo desagradable que es eso cuando hay viento fuerte. El frío se hacía presente con crudeza.

Eran pasadas las 20 hs. cuando, luego de más de 8 hs. de marcha, llegamos al Refugio "Eduardo García Soto" Cerro Gorra Blanca del Instituto Chileno de los Campos de Hielo (Parque Nacional Bernardo O´Higgins).

Este refugio, que estaba desocupado, fue una bendición que nos permitió recuperarnos, secarnos y dormir dos noches para esperar lo que finalmente ocurrió... el cambio del tiempo.

Habíamos tenido ya en total 7 noches de mal tiempo y nuestra recompensa llegó.

Nuestra estadía en el refugio merece ser contada y más aún, nuestros días en los Campos de Hielos. En la próxima edición lo haré.

 

Mauricio Bernardo Bianchi

mauriciobianchi@eldistrito.com.ar 

 

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ACTUALIZADO: Tuesday, 19 de September de 2006

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