Cuando
en octubre de 2001 envié un correo electrónico a decenas de
direcciones desconocidas buscando gente con pasión por la
"Vida en la Naturaleza", no imaginé el suceso de esa
acción. Se terminó finalmente creando un grupo con
características tan particulares que lo hacen, sin dudas, único
en nuestro país. Los ANDINAUTAS son un centenar de
personas, diseminadas en diferentes puntos de nuestro territorio
que, contactadas básicamente por internet (a través de un foro
en yahoo y una página www.andinautas.com.ar)
intercambian experiencias, comparten fotografías, información,
etc. y, sobre todo, salidas y expediciones con verdadero sentido
"cooperativo", en un marco en el cual quien tiene
conocimientos de determinada actividad los comparte
desinteresadamente, con camaradería y, en algunos casos, amistad.
Un grupo de hombres y mujeres con edades van desde los 19 hasta
los 63.
Con
este espíritu se planificó la HIELONAUTA 2004 "Primera
Expedición Andinauta a los Hielos Continentales" que se
llevó a cabo durante este mes de marzo. El primer gran resultado
fue el económico, el gasto por persona rondó finalmente un 20%
de lo que cuesta contratar una de las varias ofertas comerciales.
¿Campos
o Continentales?
Esta
región es denominada, en nuestro país como "Hielos
Continentales" y en Chile como "Campos de Hielo".
Según dicen los entendidos es correcta la denominación chilena
para diferenciarlo de los hielos de la Antártida. Luego de haber
recorrido apenas un pequeño sector de ellos debo decir que el
nombre "Campos de Hielo" me parece realmente adecuado.
La
zona cobró notoriedad hace unos años cuando, el gobierno de
Menem, pretendió realizar un tratado sobre el establecimiento del
límite con Chile en esta zona no respetando los acuerdos
históricos, regalando territorio a Chile. Por suerte la
oposición fue tan clara en nuestro país que la cuestión quedó
a resolver de la única forma que corresponde: no había allí
"cuestión de límites" sino "cuestión de
demarcacón".
Excluyendo
los dos polos y Groelandia, esta zona es la de mayor superficie
cubierta de glaciares del mundo y, hasta comienzos del 1900 no se
conocía su existencia. Recién en los primeros años del siglo
pasado comenzaron a aparecer expedicionarios, científicos y
aventureros que se internaban en estos verdaderos campos de hielo.
Su
importancia está dada en que es uno de los mayores reservorios
del mundo de agua dulce. De los Campos de Hielo se desprenden
hacia nuestro territorio, entre otros, los glaciares Marconi,
Viedma, Upsala, Speghazzini y el famosísimo Perito Moreno.
Fuimos
a esta región tan poco transitada y aún verdaderamente salvaje.
Los
Hielonautas
Hacia
Calafate (Santa Cruz) fueron partiendo los ANDINAUTAS
participantes de esta expedición. La mayor parte llegó el
viernes 27 de febrero: Gabriel Cabrera (de Mendoza), Rosa María y
Florencia Torlaschi (de Moreno, Bs. As.), María Cristina Barres y
Pablo Saad (de San Martín de los Andes, Neuquén), Alfredo
Gambier y Daniel Gollan (de Capital Federal). Al día siguiente
llegamos Diego Barbella (de Mercedes, Bs. As.), Juan Pablo Orlandi
(de El Talar, Bs. As.) y Mauricio Bernardo Bianchi (de Gral.
Pacheco, Bs. As.). Con Gabriel también viajó su esposa Leticia y
su hermosa hijita Juliana.
Durante
el viaje de ida ya comenzó a ocurrir algo muy habitual cuando uno
viaja al sur, conocer gente que uno vuelve a cruzarse en distintos
sitios. Así nos ocurrió a la ida con Lara, Marina y Eugenia y
Chiara, una simpática italiana de Milano.
En
Calafate estaban trabajando durante la temporada otros dos ANDINAUTAS:
Martín Cisternas y Fabián Defazio, quienes nos sirvieron de
apoyo logístico en la previa al viaje.
Hacia
el Chaltén
Habíamos
contratado una camioneta para que nos traslade ya que, al ser 10
personas con mucho equipo, preferíamos tener nuestro transporte
propio y no depender de los horarios fijos, e incluso nos
resultaba más barato. Además nuestra intención era que el mismo
domingo nos llevarán hasta Chaltén (a 217 km. en no menos de 5
hs. de marcha) para allí dejar un excedente de equipo (algunos
luego de los hielos harían otros paseos) y continuar hasta el km.
17 del camino a Lago del Desierto.
Debemos
decir que Mario, el chofer, casi se infarta cuando vio la cantidad
de petates que llevábamos. Basta con contar que, una semana antes
de viajar, desde Buenos Aires habíamos despachado en encomienda
210 kilos de equipaje para no tener problemas con el peso en el
avión (comida y equipo técnico).
El
tiempo no fue bueno y durante el viaje llovió, en algunos
momentos torrencialmente. Eso nos cambió los planes y finalmente
nos quedamos ese día en Chaltén. Allí paseamos un poco,
reacomodamos las cosas y aprovechamos para averiguar detalles de
la zona. Aquí confirmamos que no era necesario que llevemos ni
esquíes ni raquetas para la nieve ya que ésta sería escasa.
Nos
vino bien este día porque adquirimos un mapa que es una edición
preliminar (de Zaguier y Urruty) con datos de lo que haríamos y
fuimos a Gendarmería Nacional para hacer el trámite de salida
del país ya que, durante la travesía, cruzaríamos algunos
kilómetros por territorio chileno. Respecto de esto cabe aclarar
que, a pesar de organizar este viaje durante varios meses, buscar
información por todos lados (internet, Parques Nacionales en Bs.
As., en Calafate y en Chaltén, casa de la Provincia de Santa
Cruz, etc.) nadie... aboslutamente nadie (ni siquiera el chofer
Mario) nos dijeron que había que hacer el trámite en
Gendarmería. Nos enteramos por leerlo en el mencionado mapa. Algo
falla en los informantes.
Chaltén
es un pequeño pueblo con apenas un centenar de habitantes
estables que fue fundado en 1985. Es un lugar que vive del
turismo, los caminantes y los escaladores.
Por
fin... en marcha
Finalmente
el lunes 1 de marzo decidimos que, aunque lloviera...
partiríamos. A las 7 hs. llegó la camioneta pero no pudimos
irnos hasta pasadas las 8 hs. pues recién a esa hora el Jefe de
Gendarmería firmó nuestras autorizaciones de migraciones. Mario
antes se había molestado por la excesiva carga que llevábamos
ahora se molestaba por la demora que, era responsabilidad de la
carente información.
A
las 9 hs. de la mañana, con un cielo sumamente nublado y
pronóstico de mal tiempo comenzamos la caminata que, al final de
la misma, sería de unos 100 km.
Cuando
salíamos del albergue alguien juntó "todos los
bastones", incluso un par que no era nuestro. De esto nos
dimos cuenta cuando comenzamos a ponernos las mochilas (foto).
En
el puente del Río Eléctrico comenzamos a caminar hacia el lugar
conocido como "Piedra del Fraile". Mientras avanzábamos
por el bosque aparecieron caminando junto a nosotros Lara, Marina
y Eugenia que iban a acampar allí. Además nos cruzamos con unos
canadienses que se llevaron para devolver los bastones.
Luego
de unas dos horas de caminata llegamos al lugar, hoy llamado
Refugio Los Troncos, que esta fuera del Parque Nacional y es, por
lo tanto, terreno privado, por ello si vas allí y acampás se
paga $ 5 por día y si simplemente "se pasa por allí"
se paga... $ 5, o sea "un peaje en la montaña".
Aprovechamos
este lugar para hacer un descanso y almorzar debidamente ya que
nos quedaban como 4 hs. de caminata. Mientras algunos charlábamos
con las chicas, Daniel se dedicó a dar "clases de
yoga". Era muy cómico ver a algunos
"expedicionarios" en posiciones extrañas. Además allí
nos sacamos una foto "de conjunto" (foto).
¡Qué
frío el Pollone!
Luego
del almuerzo continuamos hasta que nos encontramos con el río
Pollone que, sabíamos, teníamos que vadear, o sea... ¡mojarnos
las patitas!.
Cada
uno optó por su método: "a pata pelada", con
zapatillas viejas traídas para esto, Alfredo con zapatillitas de
náutica (y... el hombre tiene años de navegación) y yo con unas
sandalias de esas con abrojos.
Muchas
veces he vadeado arroyos o ríos, incluso descendiendo de
glaciares y hasta en invierno pero también debo decir que nunca
había metido mis pies en un agua tan fría como la del Pollone.
Hubo que cruzar tres brazos en los que se abría al desembocar en
el lago Eléctrico y, si bien por suerte daba sólo hasta debajo
de las rodillas, era increíble la sensación como si cientos de
agujas se clavaran en las piernas. Todos coincidimos que
verdaderamente "daban ganas de llorar" pero mi yo
puteaba como pocas veces.
La
Playita
Luego
de cruzar el gélido río debimos transitar una ladera con rocas
sueltas que nos depositó en una especie de península rocosa
sobre el lago.
Al
pasar esta península divisamos "La Playita" que es el
lugar tradicional de campamento de 1ra. noche para quienes van a
los Hielos Continentales.
Este
lugar esta protegido del viento del oeste por una enorme masa
rocosa (foto), de un par de kilómetros de largo, que el antiguo
paso del glaciar no pudo destruir pero en el cual se ve claramente
su antigua presencia. Es una excelente clase de geografía y
geología.
La
Playita es muy amplia y plana, esta constituída por un suelo de
piedras de pequeño tamaño y algunas tan trituradas que parecen
arena. Allí llega un río que proviene de tres cascadas
increíbles que caen, dos desde el norte y una desde el oeste a un
mismo lugar donde se encajona. La cascada del oeste proviene de
otro lago menor que es la clásica "laguna frontal" de
los glaciares. En este caso la del Glaciar Marconi (foto).
En
este espacio instalamos nuestras cuatro carpas con la siguiente
distribución: las "chichis" (Rosemary, Floren y Cris)
en una, Pablo y Diego en otra, Juan Pablo y Alfredo en una tercera
y la cuarta la ocupábamos con Gabriel y Daniel.
El
lugar era lindo, el tiempo... feo... y eso provocó, contra
nuestra voluntad, que debamos permanecer allí... ¡4 noches!...
cuando originalmente teníamos proyectada sólo una.
Habíamos
ido a los hielos calculando hacer la vuelta en 7 noches y con un
margen extra, por mal tiempo, de 5 noches y no empezamos muy
bien... nos consumimos 3 en La Playita.
La
primera noche casi perdemos una carpa ya que, cuando Daniel estaba
cocinando con el calentador MSR, éste comenzó a perder y se
produjo una llamarada que no podíamos apagar con agua. El
calentador voló del abside de la carpa (aunque ésta sufrió un
agujerito) y no se apagó hasta que fue enterrado bajo la arena.
En conclusión... nos quedamos, en el primer intento de cena, sin
un calentador inaugurando una larga serie de problemas con éstos
durante el viaje.
Esa
noche nos dormimos como a las 23 hs. y el amanecer del día
siguiente se prolongó ya que llovió durante toda la noche y no
paró hasta eso de las 14 hs.
El
porteo al Marconi
A
las 15,30 hs. finalmente nos organizamos y partimos para hacer un
porteo sobre el glaciar Marconi. Juntamos algo de equipo y mucha
comida para llevarla al glaciar y dejarla allí, de esta forma
evitar, cuando finalmente avancemos, tener que ir tan cargados.
Superamos
el sector rocoso que detallé antes y llegamos hasta la laguna
frontal del glaciar. Allí comenzamos a transitar la ladera de la
costa sur de esa laguna que era una pared sumamente descompuesta e
inestable, llena de rocas sueltas de tamaños hasta gigantescos.
Realmente daba miedo andar por este pedrero terrible que, en el
mapa, figura como "pared peligrosa".
Anduvimos
por ese terreno, muy complicado, hasta que un gran sector de hielo
no nos dejó avanzar. Allí decidimos "bajar hasta la
laguna" y nos encontramos que aquí era más fácil.
Luego
de un buen trecho llegamos a estar al lado del glaciar y en cierto
sector nos subimos al glaciar para encontrar un bloque errático
(grandes rocas transportadas por el glaciar) en el cual dejamos en
bolsas nuestra carga y los dos trineos.
Al
volver ocurrió el suceso más peligroso de toda la travesía.
Cuando bajamos del glaciar nuevamente a la pared peligrosa
estábamos avanzando en fila india y al pasar entre unos grandes
bloques de roca (uno del tamaño de un Fiat 600) dos de ellas se
desplazaron dos o tres metros ladera abajo, justo por donde estaba
pasando Alfredo. Estas rocas, bien redondeadas, eran de más de 1
metro de diámetro y rodaron sobre el cuerpo de nuestro amigo que
atinó a hacer lo único que pudo... se sentó sobre una de ellas
acompañando su movimiento y cuando ésta se detuvo, contra otra
roca, atinó justo a levantar su pierna izquierda que, sino lo
hubiera hecho, hubiera quedado aplastada entre las dos moles. "Cuando
se movieron las rocas sentí olor a pólvora...", contaba
luego. El roce entre las rocas produce chispas.
Días
de ocio en el Eléctrico
El
3 de marzo nos levantamos tarde ya que llovió toda la noche. El
barómetro indicaba que la presión bajaba y eso anunciaba mal
tiempo. Gabriel había llevado su teléfono satelital y habló con
Leticia (su esposa) para pedir el pronóstico. Un frente de 200
km. de nubes desde el Pacífico con una perspectiva de ¡¡15
días de mal tiempo!!. La cosa comenzaba a preocuparnos. Llovió
copiosamente todo el día. Juegos de cartas y charlas en las
carpas fue el entretenimiento.
Esa
noche no llovió pero a media mañana comenzó a llover con
intermitencias. Este día lo utilizamos para recorrer el sector
rocoso y fue ahí que descubrimos la belleza del lugar que, sino
fuera por el mal tiempo, nos habríamos pasado de largo.
La
lluvia en La Playita se transformaba en nevada en los picos de los
alrededores lo cual nos hacía imaginar el temporal en los Campos
de Hielo.
Desde
este campamento tuvimos, cuando a las nubes se les antojó, unas
visiones increíbles de las montañas Guillamet, Mermoz y Fitz
Roy.
Este
día realizamos algo que quedará en la historia de nosotros, en
ese hermoso lugar tuvo lugar la primera reunión oficial de la
Comisión Directiva de la recientemente creada Asociación Civil ANDINAUTAS.
Nada mejor que charlar sobre proyectos de los temas que nos unen
en el contexto de un lugar como ese, en un campamento a las
orillas de un lago, en plena cordillera.
Toda
esa noche... llovió nuevamente y La Playita comenzaba a
"hacer agua", el río había crecido y el terreno ya no
absorvía más.
Decididos
a partir
El
viernes 5 de marzo paró de llover, ni lo pensamos más y
decidimos salir (de cualquier forma teníamos que ir hasta el
porteo porque ya se nos habían agotado las provisiones).
Alrededor de las 12 hs. finalmente, cruzamos el sector rocoso,
luego la pared peligrosa, subimos al glaciar y llegamos al bloque
errático del porteo.
Luego
de cargar las cosas continuamos glaciar arriba hasta que se
terminó el escombro sobre el mismo. En este punto nos colocamos
los grampones (que se agregan a la suela de las botas y son de
metal con puntas para clavarse en el hielo). Seguimos avanzando,
aún sin encordarnos porque las grietas se veían claramente
(foto).
Desde
La Playita hasta el Paso Marconi hay nada menos que 1000 mts. de
desnivel y estimábamos unas 7 a 9 hs. de caminata. Como habíamos
partido recién al mediodía sabíamos que estábamos muy justos
con las horas de luz (oscurecía a las 20,30 hs.).
En
esta parte del glaciar Marconi habíamos ascendido unos 350 mts.
de ese desnivel y comenzó a nevizcar.
En
el mapa vimos que se señalaba este sector como propicio para
acampar. Allí lo denominaban como Campamento Serac porque hacia
el oeste hay una impresionante pared que posee sobre ella un
glaciar colgante (foto) del cual permanentemente caían
espectaculares avalanchas que no nos cansábamos de mirar. Es
increíble que, aunque caían a unos cientos de metros de donde
estábamos, no temíamos de ellas.
Un
triste descubrimiento
"Allá...
allá hay una carpa....",
gritaron entre Daniel y las chicas que venían cerrando el grupo
cuando habíamos comenzado a descender hacia el sector noreste del
glaciar, buscando el pie de una gran pared para acampar.
Algunos
de nosotros estábamos más adelante y buscábamos donde poder
poner 4 carpas cosa que, entre el caos de hielo y rocas que era
ese terreno fue imposible.
Al
escuchar ese grito nos dirijimos hacia detrás de un gran bloque
donde se veía una carpa amarilla pequeña. Inmediatamente nos
llamó la atención ver que tenía su sobretecho tirado a un
costado. Comenzamos a pensar lo peor. Cuando Gabriel la abrió el
cuadro fue horrible. Un hombre barbudo, recostado boca arriba,
congelado, con sus brazos y piernas ligeramente abiertas y un
escenario absolutamente lleno de sangre. Lo primero que pensamos
fue que seguramente era un montañista que andaba solo, se cayó o
golpeó y pudo llegar a meterse en su carpa donde finalmente
falleció desangrado.
Pero
no... la realidad era más triste aún. Este hombre, Hans Willi
Klaus Jakob, era un alemán de 70 años que vivía en Berna
(Suiza) que había llegado hasta aquí para quitarse la vida.
Efectivamente se suicidó cortándose las venas de ambas manos con
una navaja suiza que estaba envuelta en un pañuelo.
Encontramos
una nota escrita en inglés el 6 de enero (el día que cumplió
70) y corregida el 1 de marzo (el día que nosotros llegamos a La
Playita). En ella expresaba que se había despedido de sus
familiares y amigos, que no debía nada a nadie ni al Estado y que
era libre. Pedía que lo dejen en estos hielos o ser enterrado en
la Patagonia. Dejó dinero para gastos.
Según
su pasaporte llegó el 4 de enero a Santiago de Chile y ese mismo
día cruzó a Mendoza. Parecía que "anduvo buscando" su
morada final y luego de casi 2 meses la encontró aquí.
Creemos
que su intención era ir hasta los Campos de Hielo pero el mismo
temporal que nos detuvo a nosotros en La Playita lo hizo con él
en este lugar.
Entre
Gabriel y Daniel "embalaron" el cuerpo con la propia
carpa, bajándole los parantes, para evitar que pueda ser
arrastrada por fuertes vientos y se le colocó su piqueta encima a
modo de cruz. Se hizo esto porque no se sabía cuanto se tardaría
en venir a buscarlo.
Gabriel
se comunicó por el teléfono satelital con Parques Nacionales y
le brindó la posición y datos de lo que habíamos encontrado. Si
el mal tiempo no nos detenía aquí no hubiéramos visto la carpa
y, seguramente hasta el año próximo no se hubiera conocido el
destino de Jakob. Estamos estableciendo contacto con la familia
más allá de que intervino el Juez Federal de Río Gallegos y el
cuerpo fue rescatado unos días después por un helicóptero de
Gendarmería.
Un
incómodo campamento
Luego
de estos sucesos y la conmoción que provocó retomamos la
búsqueda de un sector de acampe y a unos 150 mts. glaciar debajo
de donde estaba Jakob pudimos aplanar (foto), más moral que
realmente, el terreno para instalar sólo tres carpas. Sobre el
hielo, entre grandes rocas a los costados y pequeñas piedritas
debajo de cada uno de nosotros que hacían que al dormir siempre
uno se "pinchara" con alguna.
El
campamento era incómodo y muy húmedo pero luego de unos buenos
fideos de cena nos dormimos con un verdadero concierto natural
toda la noche: caídas de seracs, acomodamiento de rocas que nos
rodeaban (esto la verdad daba un poco de miedo recordando el
suceso de Alfredo) y la lluvia y viento constantes.
El
Marconi y la tormenta
El
6 de marzo amaneció... lloviendo. Nos levantamos tarde pero
finalmente decidimos avanzar, este campamento no nos gustaba, el
lugar no era cómodo y estaba expuesto a varios riesgos.
A
todo esto, sabíamos que los chilenos habían instalado hace 2
años un refugio en un nunatak (afloramiento rocoso en los hielos)
al pie del cerro Gorra Blanca. Originalmente habíamos planificado
intentar ascender este cerro de casi 3000 mts. de altura y llegar
a la zona de ese refugio, que estaba más al norte del Paso
Marconi, era nuestro objetivo de este día.
A
las 13,30 hs. (o sea bastante tarde) partimos. Teníamos por
delante un ascenso con gran pendiente (algunos tramos de 45°) por
el glaciar Marconi (foto), entre grandes grietas y, en la primera
parte, con el riesgo de caída de seracs.
Íbamos
en fila india, conservando una distancia de 15 mts. entre cada
uno, por si había que tratar de correr para algún lado (aunque
uno pensaba... ¿para dónde?... ¿adentro de una grieta?). Hay
ocasiones en las cuales que no pase nada depende tan sólo de no
estar en el lugar inadecuado en el momento menos preciso. Sólo de
eso.
Mientras
subíamos, con nuestras pesadas mochilas (creo que ninguna de
menos de 25 kg.) mirábamos permanentemente a los seracs como para
que, si se caía alguno, verlo con suficiente anticipación.
Cuando
habíamos ya avanzado bastante en desnivel el terreno comenzó a
"aplanarse" pero aquí se fue complicando el tema de las
grietas pues en la parte superior del glaciar el tiempo era
verdaderamente muy malo.
Eran
como las 16 hs. y nos detuvimos para, por primera vez,
encordarnos. En los glaciares se arman "cordadadas" para
que cuando alguien caiga en una grieta sus compañeros de cuerda
puedan sacarlo o rescatarlo.
Hicimos
tres cordadas: las "chichis" eran una, Gabriel, Daniel y
yo otra y el resto de los chicos formaban una de cuatro.
¡Tormenta
en los hielos!
Además
de encordarnos armamos los dos trineos. Esto se usa para
"arrastrar" el peso en vez de llevarlo en la espalda. En
los trineos colocamos el "equipo común" (carpas,
comida, combustible, etc.). De esta forma todos llevan menos
peso... en realidad todos no... los que nos tocó arrastrar algún
trineo llevábamos la mochila y tirábamos del trineo... no era
mucho negocio.
Las
chicas decían que ellas no eran feministas y que, como eran
mujeres, no tenían que arrastrar trineo y nosotros, muy
caballeros o tal vez algo tontos, lo aceptamos y nunca ellas lo
hicieron.
Avanzamos
en medio de la tormenta, con ráfagas de viento y grietas tapadas
por nieve que se desmoronaba bajo nuestro peso. Sin embargo tan
sólo Gabriel metió su pierna izquierda en una grieta pequeña
que, inmediatamente se tapó de nieve. Fue increíble pero entre
Pablo y Rosemary, con piqueta y pala tardaron como 10 minutos en
poder liberarlo.
En
ese momento me asusté ya que, cuando lo ví en la grieta me tiré
al piso y clavé mi piqueta (se hace para evitar que la caída de
un compañero de cordada nos arrastre a todos) y, como estaba a
más de 10 mts., no sabía que pasaba. El viento no me dejaba
hablar ni a los gritos y su pierna atrapada era la izquierda, la
pierna que casi perdió totalmente en un accidente de moto (los
médicos aún no se explican no como va a la montaña sino...
¡cómo camina!).
Luego
pasó Daniel al frente y, por suerte, se terminaron las grietas,
en realidad tenían tanta nieve encima que aguantaban nuestro
peso.
Divisamos
el nunatak y el refugio y le dimos directo al mismo.
Parecía
que estaba cerca pero en un terreno donde "todo es
blanco" se pierden las dimensiones y tardamos una eternidad
en llegar.
El
viento nos castigaba y entre la precipitación y nuestra
transpiración por el esfuerzo estábamos todos literalmente
empapados con lo desagradable que es eso cuando hay viento fuerte.
El frío se hacía presente con crudeza.
Eran
pasadas las 20 hs. cuando, luego de más de 8 hs. de marcha,
llegamos al Refugio "Eduardo García Soto" Cerro Gorra
Blanca del Instituto Chileno de los Campos de Hielo (Parque
Nacional Bernardo O´Higgins).
Este
refugio, que estaba desocupado, fue una bendición que nos
permitió recuperarnos, secarnos y dormir dos noches para esperar
lo que finalmente ocurrió... el cambio del tiempo.
Habíamos
tenido ya en total 7 noches de mal tiempo y nuestra recompensa
llegó.
Nuestra
estadía en el refugio merece ser contada y más aún, nuestros
días en los Campos de Hielos. En la próxima edición lo haré.
Mauricio
Bernardo Bianchi
mauriciobianchi@eldistrito.com.ar
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