Suelo
decirles a mis alumnos de Formación Cívica y Ciudadana que "el
que respeta las normas de tránsito, cumple con sus obligaciones
fiscales y se informa debidamente para votar con conciencia, tiene
más autoridad cívica que el 90% de la población argentina".
Estoy
convencido de esta afirmación ya que, evadir impuestos y no
respetar ni las más elementales normas de tránsito son un
verdadero deporte nacional. A esto sumemos que claramente, la
mayoría de la gente, no hace un seguimiento adecuado del
acontecer político y gubernamental y se acuerda que los gobiernos
son elegidos por ellos tan sólo cuando hay elecciones. Entre
estas tres cosas: evasión, irrespetuosidad e irresponsabilidad
tenemos un cóctel que ejemplifica claramente el poco apego de la
sociedad que tenemos por las reglas en beneficio de la armonía y
el progreso ciudadano.
No
quiero decir que debemos ser "esclavos de las leyes"
porque también hay leyes injustas y aquí no voy a entrar en la
diferencia entre legalidad y legitimidad pero que un mínimo de
respeto lógico debe primar es lo que garantizará una sociedad
más eficiente, que permita una relación más tolerante entre sus
integrantes.
Hace
años que pienso esto y, como si hiciera falta, lamentablemente lo
corroboro cotidianamente.
Hace
unos días tenía que ir hasta cerca de la Plaza de San Fernando y
tomé Acceso Norte y luego la Ruta 202 que, luego de varias
cuadras, cruza las vías del ferrocarril Mitre justo en uno de los
extremos de la Estación San Fernando.
Cuando
estaba llegando a ese paso a nivel se bajó la barrera que detuvo
a una camioneta que estaba delante de mí. Por supuesto comenzó a
pasar lo que no podía ser de otra forma... una seguidilla
increíble de "irrespetuosos" de las normas de tránsito
pero a niveles increíbles.
No
pasaron más que unos segundos hasta que llegó el primer
"vivo" que, avanzando en contramano, realizó el
clásico zig-zag para cruzar las barreras bajas.
Detrás
de él llegó un ciclista y, por supuesto, pasó casi sin mirar.
Los ciclistas tienen, en general, la manía de creer que para
ellos las normas de tránsito son directamente inexistentes.
Luego
pasó uno del otro lado, con el zig-zag. Posteriormente algo
increíble... una mujer con su hijito pequeño en una motito vino
decidida a pasar. Cuando vio que el tren venía se frenó. Como el
tren era el que iba hacia Retiro paró en el andén entonces ella
retomó su marcha y cruzó con las barreras bajas poniéndose en
riesgo no sólo ella sino también su hijo y dándole, por
supuesto, un pésimo ejemplo.
Detrás
llegó otro auto que no llegó a cruzar porque el tren estaba
arrancando y, aquí pasó algo interesante.
Llegó
un Peugueot 505 conducido por un señor con su esposa y cuatro
niños (supongo sus hijos) y se detuvo detrás del que estaba ya
parado en contramano. En ese momento trató de meter "la
trompa" entre mi auto y la camioneta que tenía adelante y,
obviamente, avance unos centrímetros indicándole que eso no
podría hacerlo.
Por
supuesto, no lo escuché, pero se notó la cantidad de puteadas
que me mandó mientras yo le indicaba con gestos que debía estar
detrás de la larga fila y no ahí.
Se
levantó la barrera, cruzó primero el que estaba en contramano,
luego la camioneta, luego yo y detrás mío este infractor que
seguía puteando y dándole un estupendo ejemplo a sus hijos de
irrespetuosidad por las normas e intolerancia.
¡Ah!...
era sábado a la tarde, nadie debía andar apurado.